Aquí os dejo una meditación guiada para vosotros desde los reinos ominisciente, hadado y élfico:
Una luz blanca me penetra en la coronilla y en dirección hacia abajo,
recargando mis chacras, mis centros vitales y limpia todo lo que ya no
debe permanecer conmigo. Visualizo como lo que no está destinado a
aportar nada nuevo ni fresco, se va lentamente para retornar al lugar de
donde provino. Y yo me siento pura, limpia, fresca y libre como el agua
de un riachuelo que fluye y alimenta como muestra de la cristalinidad y
transparencia que guía el alma del planeta Tierra. Para poder fluir el
agua se ha aliado con elemento Tierra, su sostén, sin el cual ella no
podría correr y juntos forman un equipo de nutrientes, conductor de la
vida en la Tierra.
Desde mi posición, envío fuerza a mi colaboración con el entorno y con todos aquellos aspectos que facilitan la expresión de una conciencia sana y de unidad con el corazón. Sigo transmitiendo fuerza creadora a este pensamiento meditativo, envolviéndolo en color rosa y dorado y soltándolo en dirección a los ángeles, que ya están extendiendo sus alas para recoger al vuelo este elevado pensamiento y reconducirlo a su destino final.
Sigo respirando y agradeciendo el simple acto de agradecer, que me
demuestra que estoy viva, que estoy sintiendo, a eso he venido, a
sentir, no a permitir que se me escape la vida.
Estoy sintiendo el ahora en toda su plenitud y abasto, completamente
centrada en mi respiración y en el Universo que habito y que ahora
percibo desde dentro, desde mi santuario íntimo y apacible que me abraza
el alma y que se queda con ella para destilar su energía, esa energía
mía que cada vez mana más fluida, sana y serena, como el agua del
riachuelo.
Sigo sentada, sola conmigo y con la magneficencia de todo lo que soy
capaz de contener, y es como si la Madre Tierra me hubiera tomado entre
sus brazos y me besara el alma con la ternura del mejor de los guías de
luz.
Le agradezco al planeta todo lo que me ha dado, todo lo que me da y le
envío energía reiki y todo lo que me surge en el ahora, mientras le pido
a la madre que piso con mis pies que me de permiso para llegar
energéticamente a su núcleo, profundo, inmenso y enigmático.
Los ángeles, las hadas y los elfos aguardan a mi alrededor, aunque yo no
les vea, y se unen a mi meditación, alentándome a embeberme de la
sensación de amor que me nace de dentro y que he recuperado, ese amor
que siento por mí misma, por todo lo que soy y que baña cada compromiso
que pronuncio y llevo a cabo.
Desde que he decidido que cada gesto e iniciativa que emprenda, esté
guiado por el amor, la vida ha tomado un cariz sereno y dulce que
comparto ahora con los guías que me rodean, los cuales me han procurado
el escenario adecuado para el desarrollo de mi misión. A ellos les doy
las gracias por sus señales y les pido que sigan cerca de mi,
orientándome e inspirando mi caminar de palabras.
Siguiendo mi meditación, recuerdo que ahora es el turno del
agradecimiento y fortalecimiento de la energía del cuerpo y, por eso,
envío luz de sanación y amor a cada célula que forma parte de mis
entrañas, a cada uno de mis órganos vitales y a todo lo que facilita que
yo sea alma de vida y que pueda desarrollar mi vocación aquí y ahora.
Entregarme
a estos momentos de meditación y contemplación interior me llena y me
gratifica pero aún más satisfactorio me resulta enviar energía a los
demás, a todos aquellos que sufren y a los que disfrutan, a los que
están dormidos y a los que están despiertos, a los sanos y a los
enfermos y, en definitiva, a cada rastro de vida sobre el planeta.
Envío luz al reino animal y vegetal para que deje de sufrir, pueda respirar y ser en paz, desde su ser sintiente y feliz. También envío energía al mundo marino, al del agua dulce y a toda la belleza creada por el planeta para que pueda seguir brillando en todo su esplendor y sea respetada y venerada como la expresión más sagrada y divina.
Envío
energía ahora al reino humano y lo lleno de tanta luz que cada uno es
libre de ser y de expresarse. Envío energía al planeta, a su núcleo y le
sigo recordando que mi mayor bendición es ser hija de la Tierra, esa
Tierra tan nuestra que yo he aprendido a amar y que tan encandilados
tiene a mis guías, los cuales siguen todavía conmigo y que me piden que
siga con este ejercicio de meditación a partir de ahora sin guiar ni ser
guiada, simplemente, observando mi mente e irradiando la paz infinita y
el gozo por el agradecimiento de ser todo lo que he venido a ser aquí y
ahora.