
Una vez allí, absorbe la energía rojiza de la Tierra, que sube hasta el chacra sacro para nutrirlo.
Llénate de esa energía como hij@ de la Tierra que eres, mientras le entregas al planeta todo el dolor que te aflige para que lo transmute, lo alquimice y lo transforme en su vientre de tierra.
Sigue respirando lentamente, mientras disfrutas del proceso. Después, una llama arco iris sube por tus pies, piernas hasta que cubre todo tu cuerpo. Viene a a llevarse lo que ya no te sirve y a traer la magia y la e

Acto seguido, acoge en tu corazón a la Madre Tierra y cúbrela de llama violeta transmutadora y de llama verde sanadora e imagina que el mundo es un lugar hermoso donde se puede vivir en paz, cómodamente, siendo uno mismo y con tu pleno potencial en el aquí y el ahora. Esa llama violeta y verde retorna el equilibrio al planeta: a los océanos, a los animales, a los bosques, al subsuelo, a las ciudades...
Aprovecha este momento sagrado e íntimo para agradecer todo lo bueno que la vida te ha brindado. Seguro que tienes muchos motivos para estarle agradecid@ al mundo que te vio crecer. Desea lo mejor también a los tuyos, a todos los seres humanos y a todas las criaturas de la Tierra, especialmente, a las más desprotegidas y haz llegar tu deseo a todas las formas de vida sobre la faz de la Tierra, incluso a las más básicas, como las células.

Envía sanación y amor a otros Universos y a todos los seres de luz que trabajan por el bien de la humanidad. Y tras este momento, déjate llevar, no planees nada y visualiza un regalo que te hace para ti la Madre Tierra en forma de imagen, color, sensación. No se lo cuentes a nadie, será vuestro secreto. La Madre Tierra incluso puede susurrarte unas palabras o lo puede hacer tu ángel de la guarda o alguna hada juguetona que viene a recordate que la vida es un juego alegre y que todo es temporal, sencillo y mágico por lo que no vale la pena enfadarse tanto por cosas que no tienen tanta importancia. Ríete de todas esas cosas y trata de comprender e integrar la lección que te brindan.

Y, finalmente, acuérdate de los más desfavorecidos, de los que ahora no están sonriendo y envíales tus mejores deseos y acuérdate de toda la prosperidad y la dicha que la existencia te ha regalado y que, quizás antes, no habías sabido apreciar como ahora. Y sobre todo, en tu vida, siempre que te sea posible, no vayas deprisa. Detente y sé consciente de lo que eres, de lo que haces y de cada instante fugaz, tan fugaz que pasará de largo, como el aleteo de un hada, que es tan ligero, rápido y espontáneo que te da la impresión de que no lo has visto... Que nada bello te pase de largo, mientras esté ahí, valóralo y cuando deba marcharse, déjalo ir. No poseemos, sino que observamos y, de este modo, la vida cobra un cariz más tranquilo, en armonía con la conciencia.